Mientras veíamos duelos encarnizados entre fraternos partidarios en la búsqueda de posiciones de administración que sellaron el rumbo de la 51 Legislatura y les dejaron una marca que es lema de los medios: “La peor legislatura de la historia”. Está para revisarlo ahora, en frío y tanto se podrían cambiar opiniones como ratificar la nada halagadora frase. Cornejo, con un currículo donde destacan liderazgos desde niño, en su adolescencia y juventud, fortaleció su formación en gobiernos estatales como el de Lauro Ortega y don Felipe Rivera Crespo, en orden de importancia en sus funciones y construyó una carrera que nos llevan al porqué sus movimientos como legislador en este pasado Congreso, hizo lo que debía y solamente eso.
El remolino de pasiones de los integrantes de esta Cámara que recién terminó, pudo dejar inconclusas leyes, iniciativas, acciones de comisiones, atenciones al ciudadano, pero este hombre no sólo tuvo la atención y la visión de formar parte de la Comisión de los Festejos para el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, sino que con mano tersa y razones, conducir al pleno del Congreso a sesiones solemnes en sitios históricos, todos ellos con parte activa en ambos eventos que marcaron la vida de los mexicanos. Así, los diputados sesionaron en Cuautla, en Yautepec, en Tlaltizapán, en Anenecuilco, a lo que no estábamos acostumbrados los ciudadanos de la entidad. Quizá eran actos que no tenían el efecto mediático inmediato, pero a la distancia su valor es indiscutible y marca rumbos a los actuales y futuros diputados: ir más allá, para fortalecer la identidad, a nuestra historia, a la dignidad y al sentido de pertenencia, a los sitios donde nuestros antepasados ofrendaron su vida o fueron actores de planes o tratados que son la historia misma.
Tenemos registrado permanentemente aquel evento en el Teatro Ocampo, cuando la presentación de la canción “Yo soy de Morelos”, encargada al paisano, talentoso músico y ganador de festivales internacionales y gran trayectoria Pedro Alberto Cárdenas, con la interpretación de artistas locales como la Banda Infantil de Tetelcingo, con “el solo” de clarinete de la niña que se hizo del cariño de todos y obligó el derrame de una que otra lágrima; del Coro Infantil de Morelos, de los Pianos Barrocos y la presencia y voz de las internacionales morelenses por decisión Aída Cuevas y Ana Cirré, con la conducción del evento del Rey del Bolero, Carlos Cuevas.
La elaboración del disco, mismo tema en ocho diferentes géneros musicales, desde el ranchero, el clásico hasta el pop, donde con más orgullo sangre nuestra mostró su compromiso con esta tierra. Doble satisfacción.
Lo redactamos en su momento, salir del inmueble con la familia con la emoción y un retorno agradable, firme, de identidad y sentido de pertenencia, caminamos por las hermosas calles del centro de Cuernavaca haciendo de guía, lo que representaba ir imbuido de una obligación a partir de ese día: retomar la lucha porque no se muera lo que nos vio crecer y formarnos, trascenderlo a quienes vienen. Ese evento lo hizo Cornejo dando su sitio a todo el público, entre quienes se encontraba el gobernador y su señora esposa, como dos más de los que gustaron del tono comprometedor entre cantos y música que Morelos vale más y está mucho más allá del escándalo de la realidad que muestran los medios. Ahí sí, somos muchos más que dos, diría Benedetti.
Aquí también, la controversia de la estatua del general Emiliano Zapata, sus bancas con la figura en bronce de sus principales colaboradores, esa escalinata que es hoy espacio de jóvenes libres y la instalación del nombre del Caudillo del Sur a la Plaza de Armas. Los comentarios peyorativos de “Zapatita”, campañas que por su nulo sustento se quedaron por ahí, en un caño. Hoy, los invitamos a que pasen por ahí, a que caminen y vean que el lugar es ya la referencia, como lo que aquel Cuauhtémoc y su fuente con peces de color, las bolas inmovibles o el Morelos Sentado que nos servía de Papa Noel a los irrespetuosos niños de aquellos días con olor a guayaba. A la plaza le regresó la esencia y para ello, lo tenía que hacer y pedir apoyo institucional, alguien que lo haya vivido, lo añorará y luchará por ello. Fue Cornejo y el auxilio de todo un equipo que lo acompañó estos tres años.
Y del presupuesto de tres millones de pesos para los festejos, se regresaron 200 mil pesos. Esto consta en la contabilidad del mismo Congreso. Costó más, mucho, y para ello se requerían de capacidad para que cuando menos en Morelos, los históricos eventos no pasaran de noche. Y tan no fue así, que en la evaluación nacional de comisiones estatales y demás, Morelos fue, después de Guanajuato, la que mejores resultados obtuvo. Allá el presupuesto seguramente lo podríamos multiplicar por 100 o por 500 al ejercido aquí. Y no son lecciones de honradez, diremos que de eficacia, profesionalismo y compromiso.
También, el año pasado y en el marco de los festejos, hizo lo que debía y encontró apoyos en Puebla para que la figura del General Zapata quedara instalada en el sitio exacto donde se firmó el Plan de Ayala, en Ayoxuxtla, justamente el día que cumplía 100 años el hecho. Si fue solo o acompañado, es lo de menos, volvió a hacer lo que tenía y debía. Y, claro, como parte de la Comisión de los Festejos.
Si la legislatura pasada a la que perteneció Luis Arturo Cornejo Alatorre fue “la peor en la historia”, estamos en tiempo de revisar cada una de sus acciones. Lo que no tenemos duda es que Cornejo ha sido uno de los mejores diputados en muchas legislaturas locales. Y ahí sí, que hablen los hechos y se remitan las pruebas.
Luis Arturo Cornejo Alatorre no es uno más, por razones de formación, de educación y de trabajo, no puede serlo, no se lo permite él mismo y los que le rodean. Sabemos lo que decimos…